Bárbara no se lo podía creer…
Después de siete años de relación aquello se terminaba. Divorcio de común acuerdo supuestamente “civilizado” aunque ¿alguien se lo cree? Normalmente eso sucede sólo en las películas.
Su caso no era una excepción. Líos de abogados, bancos, familia, amistades… todo se veía trastocado tras ese punto y final.
Pero estaba su hija Carla. Por ella tenía que luchar y conseguir crear un ambiente lo más familiar y feliz para ambas.
Felipe, su marido, era tan contrario a ella que, lo cierto es que no sabía cómo no se había imaginado que esto sucedería tarde o temprano. Él era tan serio, de gustos sobrios un claro ejemplo del minimalismo en todas las facetas de su vida. En cambio Bárbara desprendía alegría, dinamismo, ganas de comerse el mundo.
Quería que su hija de cinco años creciera en un hogar en el que la ausencia del padre se viera mermada en la medida de lo posible. Una vivienda llena de optimismo, vitalidad y buenas energías en el que ambas pudieran sentirse felices e identificadas con aquello que las rodea.
Al ver a Bárbara y saber su historia lo tuve claro y Juanito también. Teníamos que hacerla sentirse integrada nuevamente en la sociedad. Lo digo así porque cuando una se casa, tiene hijos, etc parece que todo sigue igual porque tu círculo suele crecer a la par tuya. Pero cuando te encuentras ante una separación de repente te notas fuera de lugar con tus amigos de siempre.
Ellos intentan que eso no sea así…te colman de atenciones pero te encuentras con miradas fugaces que te hacen recordar que ya nada es igual. Así que Te obligas a empezar a salir para conocer gente nueva, lugares a los que ya ni remotamente se te ocurría ir.
Por ello decidimos Juanito y yo que lo mejor era acercarla a la actualidad a través también del diseño. Una casa familiar en la que a través de los textiles, papeles color y complementos consigamos que Bárbara luzca más que nunca.